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Camino hacia ‘EL DORADO’

Tiempo aproximado de lectura: 30 mins

  1. Tlaiyac (Huele a cosa quemada)
  2. Yenepantlahtonali (Ya es medio día)
  3. Tlatilizmatini (Científico)
  4. In Macuilnemaliztin (Los cinco sentidos)
  5. Huelic (Sabroso)
  6. Citalcuye (La falda de estrellas)
  7. Yetlaneztica (Ya amanece)

TLAIYAC
(Huele a cosa quemada)

Abrí los ojos cuando la temperatura se volvió insoportable. Al principio fue difícil asimilar la intensa luz blanca que vi de frente, al final de un pasillo largo y oscuro, atestado de cuerpos inertes y húmedos, cocidos bajo el calor de su propio sudor. Aspire de nuevo el aire caliente. La luz blanca. Todo se mueve, brinca y cruje a mi alrededor. El hedor es absolutamente… ¡Maravilloso! más allá de la peste humana, huele a cosa quemada y un chinguero a naranja.

No sé cuántas horas he pasado en la misma posición: la boca abierta, el cuerpo tendido, flácido, ojos en blanco, saliva escurriendo y el cuello completamente torcido al estilo de  Linda Blair en pleno ataque demoníaco, más bien como pollo deshuesado, colgando abatido, sin vida, en algún puesto del mercado, sólo que no tengo plumas y estoy sentado en el asiento No. 32 de un autobús línea turística más parecido a un guajolojet que a un ADO.

Tras unos minutos, mis ojos se acostumbran al intenso destello. Algunos pasajeros han corrido las cortinas, puedo ver el exterior inundado de verdor, campos de cultivo y enormes pastizales se extienden a lo largo de la carretera hasta el infinito, cerros y cadenas montañosas pintadas a lo lejos como el punto final para tan inmenso paisaje. Hemos llegado a la región de la Huasteca.

Es domingo, 10:30 am y vamos retrasados. Nos dirigimos a la pequeña población conocida como Lomas del Dorado, pueblo anexo al municipio Ixhuatlán de Madero, región baja de la huasteca veracruzana, en el límite con los estados de Puebla e Hidalgo. Nuestro camión transporta a un grupo de 45 brigadistas, voluntarios que se ofrecieron para trabajar con los poco más de 100 niños del Dorado, a través de actividades lúdicas y recreativas que fomenten su interés por el estudio y el conocimiento científico.

Una tarea complicada si consideramos que:

  1. Son niños, probablemente inquietos y difíciles de domar.
  2. Sabemos que la población es altamente católica y tradicional, una ecuación que no siempre se lleva bien con la ciencia.
  3. Su lengua madre es el náhuatl, aunque predomina el castellano que prácticamente le ha desplazado.
  4. Nuestros brigadistas son en realidad estudiantes, nos acompaña un grupo de enfermeras, dos madres de familia, tres de secundaria, el resto, apenas alcanza la mayoría de edad.
  5. Tenemos alrededor de seis horas para realizar una serie de actividades cronometradas con toda la población.
  6. Sólo la mitad de los voluntarios se conoce, no muy bien… La otra mitad jamás se había visto.

Bien, me digo a mi mismo, ya todos los asistentes conocemos el objetivo, destino y problemática, pero ¿Cómo llegamos aquí? Al frente del camión se encuentran dos jóvenes sentados, me parece que ellos son los guías, pues no han dejado de emitir instrucciones y bromear con absoluta seguridad en todo el camino, me levanto de mi asiento y me dirijo hasta su lugar.

Somos profesores, me dice uno de los jóvenes, su nombre: Javier Pantoja. Alto, moreno, 33 años. Complexión atlética y carácter emotivo que le hacen ver más joven. Biólogo, enfermero y profesor de ciencias. A su derecha junto a la ventana, acurrucado y somnoliento, Josué Sánchez. Tez clara, un poco más bajito, más ancho, barba larga, oscura, bien cuidada, al borde de una sonrisa noble y carismática.  Es matemático, profesor, amante de la literatura y las causas justas.

Ambos imparten clases a nivel bachillerato, comparten el gusto por la ciencia, las motos y el placer de enseñar ¡El amor al arte!, bromeamos. Hace pocos años se unieron junto con otros compañeros para formar el colectivo de profesores sin aula: Homo Scientificus, cuya misión es brindar apoyo, principalmente educativo y en primer instancia a través de los niños, a comunidades marginadas en toda la república; gran parte de éstas comunidades son indígenas. Los brigadistas: alumnos dispuestos a vivir la experiencia.

Sin ánimo de lucro me explican. Homo scientificus se proyecta como una organización independiente, centrada en la divulgación de la ciencia a través de su Feria de Física Divertida; Así como la promoción de actividades deportivas, cuidado de la salud física y emocional. Trabajan con maratones de juegos tradicionales, salud reproductiva, sensorama, enfoques de género, literatura y rescate de la cultura e identidad nacionales.

“Es difícil conseguir recursos. De ésto no ganamos nada”, –comenta Josué sonriendo-. “Hay quienes, después de cinco años todavía me preguntan: ¿Por qué lo haces?” -Reímos y agrega con seriedad: “Muchas veces nos han utilizado. Alguien más pone el bús, aparece en la foto y se lleva todo el crédito, pero creemos firmemente en los valores universitarios, nos motiva devolver un poco de la educación que recibimos, a quienes no la pueden adquirir tan fácilmente”, -concluye.

El primer contacto es con los niños, porque a donde sea que vayan siempre hay niños. Su labor nunca termina ahí, existen otras carencias, ayudan con lo que pueden: planeación e infraestructura rural, situaciones de género, salud, nutrición, lo que esté dentro de sus creativas posibilidades, cargan incluso con un pequeño bioterio y cine ambulante.

A través del parabrisas: claridad y kilómetros de carretera vacía. Algún jacal apostado en las orillas, un deposito de cerveza vacío, dos vacas y un sin fin de pequeñas hogueras, columnas de humo oscuro y espeso, de basura, cáscara de coco y madera de palma. Un aroma dulce, agradable, entre el clima tropical y el intenso olor a cítrico fuera del bus.


YENEPANTLAHTONALLI
(Ya es medio día)

Los profesores lucen preocupados, pasa de las 12:30 pm y aún no hemos llegado, la gente del Dorado nos esperaba al medio día. “Los niños están muy emocionados, usarán sus vestidos típicos y van a recibirnos con un baile tradicional” –comenta Pantoja, nervioso. Sentada en la escalerilla junto al chofer, una chica de piel rojiza voltea y nos dice: “Ya falta poco, tal vez media hora. Recuerdo el nombre de los poblados, pero no el orden.” Su nombre: Itzel. Es nuestro contacto, también antropóloga y su familia originaria del Dorado.

“¡Compañeros! -Comienza Pantoja, de pie en su lugar: ¡Vamos retrasados, tenemos poco tiempo y estamos por llegar, recuerden el itinerario!”

  1. La gente del pueblo se organizó para recibirnos. Los niños nos darán la bienvenida en la galera y luego habrá algunas formalidades con autoridades locales.
  2. Tenemos hasta las 15:00 para montar los escenarios, mesas de trabajo y preparar sus materiales. Mientras tanto, las compañeras enfermeras realizarán una valoración nutricional a todos los niños de cero a cuatro años.
  3. Cada equipo trabajará con un grupo de niños, al terminar su actividad, rotamos los grupos hasta que todos pasen por la estación de Ciencia, Actividades Físicas y Sensorama. Concluimos con un pequeño obsequio.
  4. Las mujeres del pueblo nos han preparado un banquete, no sabemos qué, pero llegado el momento a comer con gusto.
  5. Por último: el cinecito, proyectamos la película y al terminar, montaremos el campamento dentro de la escuela primaria. Mañana: baño en el río, comemos y de vuelta a la CDMX. ¿Dudas? ¿Ninguna?

Supe que habíamos llegado, cuando el chofer desaceleró el paso frente a una manada de guajolotes salvajes. Debajo de nosotros, muy cerca de las ruedas, una veintena de aves domésticas, entre gallinas, pavos y sus crías, se mueve lenta y enfadadamente. El camión se detiene frente a la galera, un humilde salón de usos múltiples en el centro del poblado, donde niños, autoridades y vecinos esperan ansiosos, bien organizados.

No hubo tiempo para descansos, apenas descendimos del camión, la gente del lugar comenzó con su propio organigrama. Acomodaron a los invitados en sillas y dejaron la música correr, un alegre y lento huapango que las niñas descalzas, adornadas con sus mejores atuendos, bailaron sonrientes y tímidas, arrojando flores a los voluntarios.

Rápidamente los aplausos, unas palabras: ¡Gracias por venir!, ¡gracias por dejarnos estar aquí! Niños vayan a sus casas y regresen a las 15:00. Madres con pequeños entre cero y cuatro años de edad, pasen por favor con las enfermeras a la escuela primaria. Al acto, los asistentes vuelven a sus labores diseminados entre el campo, casas, chozas y cocinas. Nuestros voluntarios, descargan, cargan y alistan sus estaciones. Sólo los niños se dedican a jugar, correr, sonreír, sin dejar de observarnos.


TLATILIZMATINI
(Científico)

¡Frotate duro! ¡Hasta que sangre!, si no sale sangre no sirve.” Todos reímos. “Ahora dilo con fuerza: ¡Por favor, sigueme! Mira, primero te voy a mostrar yo”, El profesor se rasca la cabeza, apunta con sus dedos a la botella, repite las palabras mágicas y hace que el pequeño submarino descienda lentamente hasta el fondo,  luego, de regreso a la superficie sólo con el poder de su mente. Ojos abiertos como platos. “Ahora es tu turno, concentrate…”

El principio de Arquímedes dice que, todo cuerpo sumergido en un líquido recibe un empuje, de abajo hacia arriba, igual al peso del líquido desalojado.Nuestro mini-submarino es un modelo representado por tres globos unidos por una tuerca, dentro de una botella con agua. No es magia, explica Josué a los niños. Los globos descienden cuando hace presión con la mano. Se le denomina fuerza de empuje, concluye el profesor orgulloso mientras reparte un par de botellas para que prueben.

Nada de experimentos sofisticados, resulta innecesario. A través de materiales reciclados y un poco de ingenio, cumplen su cometido: impresionar a los asistentes y explicar algunos conceptos básicos de la Física. El Principio de Arquímedes y el de Pascal, que es la clave principal en las prensas hidráulicas. Un poco de magnetismo, flotabilidad, tensión superficial, cadenas moleculares, propiedades líquidas de los gases y  térmicas del agua.

Poco a poco los pobladores desocupados comienzan a acercarse. Adolescentes, niños, adultos. Todos se divierten con los juegos, se asombran con algunos experimentos o llenan sus manos de maizena y fluidos newtonianos. También gritan cuando aparece Pinky, la serpiente bebé, acercan la mirada a Chavela, la tarántula de rodillas rojas y se asoman detrás de los infantes más pequeños, para ver al cucaracho de Madagascar o la rana albina del pequeño bioterio.


IN MACUILNEMALIZTIN
(Los cinco sentidos)

Lomas del Dorado está rodeado de suaves colinas que confluyen en un pequeño valle; allí se ubica la galera, junto a un patio abandonado y el enorme campo de Fútbol, donde Itzel dirige las actividades físicas. Niños y niñas corriendo, brincando, cantando: el cienpies es un bicho muy raro…

Vale, comprendo las actividades deportivas. Con ellas el colectivo busca estimular la coordinación, fomentar el trabajo en equipo y un estilo de vida saludable e incluyente, sin mitos sexistas y ejercicios flexibles a todas las edades, pero ¿Qué es un sensorama? Me dirijo hacia el patio abandonado, donde los voluntarios improvisaron un cuarto semioscuro con sabanas y cobijas, bajo un tejaban en ruinas.

Básicamente, se trata de estimular la actividad sensorial de los participantes, privandoles de la vista, es decir, vendándoles los ojos para trabajar con su capacidad perceptiva y lograr que evoquen recuerdos, imágenes e ideas, a través del acercamiento emocional a conceptos científicos, me explica Berenice Ojeda, Psicóloga del IPN y coordinadora de la actividad.

Dentro del escenario, los brigadistas montan una representación ambiental con diferentes ecosistemas de México. Los pequeños entran en parejas, una a la vez, sin zapatos y con los ojos vendados. Inmediatamente una bocina evoca sonidos de la selva, los participantes degustan la sal del mar, caminan sobre arena del desierto, escuchan guacamayas y tocan sus plumas.

Afuera algunos pequeños esperan pacientes y bien formados. Los que faltan se apresuran a entrar, los que salen se integran al juego de coordinación motriz. Arriba, abajo, al frente, atrás. Luego viene un grito: ¿Cómo van? ¿Todo bien? Sí, tenemos tiempo ¡Cambio! Niños a la siguiente estación, ya casi son las 18:00. 


HUELIC
(Sabroso)

De pronto, el pueblo entero se concentró a nuestro alrededor y las señoras comenzaron a llegar con el festín. Todos hemos ayunado; a esas horas de la tarde, hasta las manadas de pollos salvajes parecen buena opción. En cambio, una extensa variedad de platillos y colores se presenta en el suelo a nuestro alcance, esperándonos.

Es inevitable volver la vista para saborear aquel manjar. Tortillas calientes, salsa, sardina, frijoles y más salsa junto a los huevos cocidos. La saliva escurre entre nosotros cuando las jarras de agua fresca bajan de las colinas, meneándose suavemente sobre la coronilla de las mujeres. Por un momento la escena es parte de un cruel espejismo.

Todavía nos resta un par de actividades más, nadie toca la comida, nos mantenemos atentos a la voz de Pantoja que sostiene en lo alto a la pequeña Boa de un metro, mientras nos habla de conservación y protección a las especies. No es peligrosa, dice el profesor, si no invaden su espacio. Ésta serpiente no tiene veneno, pero llega a morder y es muy doloroso, ella asfixia a sus presas y cuando se enoja bufa así: ¡Shhhh! Igual que la tarántula, sólo que ésta levanta sus pedipalpos, humedece sus quelíceros y se mantiene en posición de defensa antes de atacar. 

Recuerden que éste tipo de animales viven en ecosistemas como el suyo. Aquí en Veracruz existen algunas especies de tarántulas, como la de abdomen rojo que se encuentra en peligro de extinción. Así que diganme todos ¿Qué van a hacer la siguiente vez que vean una? La gente del pueblo, atenta, responde al unísono ¡Exacto! Respetar su espacio y no matarla.

Bien, hemos llegado al final de ésta actividad ¡Niños, vamos a entregarles su obsequio! Por favor, formen una fila delante de los profesores. Rápidamente los voluntarios se apresuran a formar un total de seis filas con casi una centena de chiquillos. Reciben en una pequeña bolsa: dos cuadernos, pluma, lápiz y colores. A cambio: diez decenas de sonrisas. Ahora sí, buen provecho, pasen y coman lo que gusten.

La gente del pueblo se mantiene inmóvil, ninguno de ellos prueba bocado alguno; esperan a que terminen los foráneos. Aquí la tradición es clara y concisa, primero invitados, seguidos de los niños, después las señoras, por últimos los hombres adultos. Siempre en ese orden. Reparten desechables e invitan a probar las enchiladas, todas verdes, rojas, de tomate, tomatillo, morita. Tortilla ahogada sola o rellenas con pollo y guajolote. Acompañadas con una exquisita variedad de queso local, cremoso y ligeramente salado, que alivia el picante ¡Vaya qué pica!

También hay pitamales y bocoles: gorditas de masa, frijol y huevo cocidas al comal, su textura es como de unagalleta; pero lo más delicioso son: los molotes, una mezcla de masa de maíz nixtamalizada con puré de papas, se fríen en manteca y están rellenos de carne deshebrada o pescado, parecidas a las misatecas, diferentes por su forma circular rellena con queso y jamón. Aunque abundante, la comida se termina rápidamente.

Son las 19:15. Los niños se preparan para ver la película, han ido a casa y vuelto con sus pijamas. La mayoría nunca ha visitado una sala de cine, aunque han visto varias películas en T.V… La proyección les parece misteriosa, prácticamente desconocida. Acompañados por sus abuelos, padres y hermanos, comparten palomitas y se acomodan en sillas. La galera se llena de espectadores que esperan ansiosos.

Todo listo, las luces se apagan cuando el sol termina de ocultarse, un evento tan veloz como si aquí tuvieran su propio interruptor. En el muro se proyectan los colores característicos de los estudios Ghibli, dibujando a través del lente, al increíble castillo vagabundo de Howl. Es un episodio surrealista y a la vez tan natural, ver a los ancianos traducirse entre sí los subtítulos del castellano al náhuatl. ¿Pueden Imaginarlo? ¡Qué gran choque  de tradiciones y culturas!


CITALCUYE
(La falda de estrellas)

Encontrar la primaria fue sencillo, en la entrada del pueblo, muy cerca de la galera. Es un terreno enorme y plagado de áreas verdes. Las instalaciones dedicadas a preescolar sólo cuentan con dos salones, donde uno funciona como oficina del director. Aun así, se trata de una escuela con trazo agradable, limpio y bien cuidado. Algunos brigadistas montan su campamento dentro de las aulas. Los mosquitos son un enemigo silencioso y muy temido. Otros lo hacemos fuera, bajo un campo de estrellas que ilumina el cielo despejado.

La mayoría de nosotros se dispone a dormir. El día ha sido largo y el trabajo cansado, pero ninguno se resiste cuando los profesores anuncian la noticia. Nos han invitado a cenar café y panes dulces en casa Don Rubén que es hermano de un profesor local. Vístanse con ropa cómoda y dejen todas sus pertenencias excepto plato, vaso y cuchara. Nos vemos en quince minutos, ordena Pantoja que inmediatamente pone manos a la obra mientras el resto hacemos nuestra parte.

Estruendos de tracto-camiones en la carretera compiten contra el sonido de un universo de insectos y animales nocturnos, que se mueven libremente entre la maleza y las calles solitarias, a media luz. Llegamos a un patio de tierra dispuesto con suficientes sillas, además de una larga mesa que sostiene ollas con café, tazones de azúcar, canastas con pan de grano y piloncillo, conchas de vainilla, cuernitos de hojaldre.

En una esquina de la casa, dos jóvenes sentados interpretan canciones y amenizan la escena con sus guitarras. Sólo estamos ensayando, responde con tono molesto el más grande de ellos. No, no tocamos huapangos. Aquí los jóvenes votamos por revivir música más nuestra, más campirana. Concluye cortante, aunque me permite quedarme a escucharlos. Pronto varios de mis compañeros nos rodean y su discreto ensayo se ve amenazado por un grupo de extraños citadinos, que no comprenden ni comparten su estilo de vida.

Ya veo, en ocasiones llegan foráneos a Lomas del Dorado, maravillandose del exótico y pacífico poblado; más tarde esperan ver un museo de tradiciones intactas y misticismos indígenas. Anhelan huapangos, flores bordadas y pueblerinos ingenuos parlando el náhuatl, para celebrar la supervivencia de una identidad nacional que no les pertenece. Evocan la época dorada del cine, que vendió a las masas imágenes pintorescas del México rural. Sin embargo, todo evoluciona: pueblos, música, ideales, usos y costumbres. Se transforma la juventud y el mundo que les rodea. También la identidad se modifica.

Cenamos, conversamos y escuchamos atentos las historias a cerca del pueblo. Estamos muy cerca de una hacienda, dice nuestro anfitrión. De una familia, de un abuelito que lo conocí, llamado Don Miguel Faixas, de ascendencia española. Se llama Ejido, porque nuestros padres y abuelos, lucharon para rescatar las tierras y trabajar el campo. Se llama Lomas del Dorado, porque en aquel tiempo la hacienda se llamó -se llama a lo mejor, todavía- San José el Dorado. Y todas las personas se iban a trabajar allá, yo también fuí a colaborar, a trabajar el campo. Continúa el profesor, con la mirada perdida en cada uno de nosotros. Todos, excepto el universo de animales nocturnos, guardamos silencio…

La velada se prolongó más de lo esperado. De regreso al campamento, la mayoría de los voluntarios permanecen callados.  Debe ser el cansancio. Quizá reflexionan lo aprendido a lo largo del día. En cualquier caso, es hora de dormir. No pasa ni una hora cuando cada voluntario yace dentro de su refugio.  Risitas discretas, susurros ahogados, ronquidos y nada más. Una falda de estrellas que ilumina el horizonte. Soledad, Insomnio. Es momento de sacar hierba, papel y humo.

Cuni cuni cantaba la rana…


YETLANEZTICA
(Ya amanece)

Naranjas por todos lados.  A donde sea que mis ojos miren sólo puedo ver filas y filas de puntitos color amarillo, colgando de las ramas. Se trata de tierras citrícolas, la producción básica del lugar. Desde la cima del pequeño montículo, se observa el valle rodeado de colinas que sobre salen entre la neblina. Más abajo, a lo lejos, el Sol naciente ilumina un desfile de señoras con escobas, que se retiran a sus casas. Otra vez huele a cosa quemada.

Les vi llegar del mismo modo, formadas en una línea casi recta que comenzó a dibujarse siete en punto de la mañana. Como un escuadrón de hormigas perfectamente organizadas, las madres de familia barrieron y limpiaron de basura la galera y sus alrededores en cuestión de minutos. Al finalizar se reúnen, escuchan las palabras del comité de padres de familia, a continuación hacen cuentas y reparten equitativamente los gastos e insumos del día anterior.

Uno podrá considerar que se trata de machismo ¿Por qué las mujeres del pueblo deben levantarse temprano para barrer? Bien, pues porque se trata de una comunidad mutualista que, entre sus tradiciones e identidad, se encuentra el reparto equitativo de actividades en las que cada individuo respeta su tarea. Los hombres se levantaron antes para ir al campo.

Darwin señaló que los más aptos, no son aquellos físicamente más fuertes, más astutos, o más hábiles, sino aquellos que mejor saben unirse y apoyarse los unos a los otros. Escribió: Aquellas comunidades que encierran la mayor cantidad de miembros que simpatizan entre sí, florecerán mejor y dejarán mayor cantidad de descendientes.

De vuelta al campamento, los jóvenes han guardado sus cosas y caminan lentamente hacia casa de Don Rubén, para desayunar ¿Sabes qué puede ser mejor que tener un arbol de Kiwi en el patio? pregunto a una compañera, quien me mira con cara de incertidumbre. Tener dos árboles de KIwi, reímos mientras señalamos los frutos que crecen sobre nuestras cabezas. El desayuno es humilde, pero sabroso. Ahora sí, es  hora de bañarse en el río.

Varios minutos después descendemos del camión que se detiene no muy lejos de la rivera. Seguimos el sendero que nos conduce entre poderosos troncos de árbol, arrancados y arrastrados desde quién sabe dónde, hasta posarse sobre los miles y millares de blancas piedras alrededor del afluente.  Debe ser impresionante, observar en temporada de lluvia, todas aquellas rocas, arrastradas por la fuerza de la corriente. Nos tendemos en una orilla. Agua cristalina, poca profundidad, buen clima ¡Qué bien! Así no tendremos que apestar a sudor, de regreso a la ciudad de México.